Como diría el protagonista central de la película de Michael Winterbottom, 24 hour party people, las modas tienen un punto de inflexión a partir del cual caen en desgracia. En el caso de la Movida, tuvo consecuencias funestas. A finales de los ochenta y en el transcurso de la década de los noventa, buena parte de sus protagonistas murieron a causa de su vida al límite. La inmortalidad se cobraba un alto sacrificio humano: la pareja Costus, el guitarrista Carlos Berlanga, el cantante Tino Casal o el poeta Eduardo Haro.
Otros como Alaska o Pedro Almodóvar, supieron reciclar su carrera a tiempo. En el caso del director castellanomanchego, no sólo eso sino que consiguió que su obra transcendiese las fronteras españolas. Alaska por su parte, creó con Nacho Canut un nuevo grupo de música tecno-pop, Fangoria, que todavía hoy día tiene un gran éxito.
Después de una década de olvido y postergación, la de los noventa, el espíritu libertario y el Do It yourself de los ochenta comienza a recordarse con una cierta melancolía. No es extraño entonces, que el Ayuntamiento de Madrid haya programado una exposición y un gran número de conciertos y actividades alrededor de las múltiples caras de la Movida. Ni tampoco que se reediten numerosos materiales de todo tipo de aquella época. 30 años después de su nacimiento, el espíritu hedonista y rompedor de la Movida sigue vigente. Y es que la calidad de sus artistas ayudó a llevar a la España de blanco y negro a la post-modernidad en un tiempo récord.
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